lunes, 29 de febrero de 2016

EXCURSIÓN EN COCHE A MADRID

Y no iba yo de paquete, sino de conductora aguerrida y de guía turístico. Vale que teníamos una misión, que era ayudar a los Reyes Magos a hacer su trabajo.

Primer contratiempo al echar gasolina en Villacastín: se va la luz. Risas con los gasolineros de la BP, que normalmente son muy salaos. 

Parada en el Alto del León (puerto de Guadarrama). Sin foto porque vamos sobre cuatro ruedas. Porras. Visita a garita y café con pincho de tortilla. Seguimos camino. No sabemos si podremos entrar en Madrid debido a las restricciones de tráfico por contaminación. Pero sí nos dejar acceder al centro sin problemas.

Aparcamiento a la primera, donde quería y sin pagar. Tengo un don. Es un don muy bueno, porque además lo puedo transmitir si no llevo yo el coche.

Un poco de turismo capitalino y al lío.

He de decir que el origen de todo esto fueron largas horas de investigación por internet, de mirar tiendas en la red, de elegir modelo (¿mejor éste o este?), de probar tallas por ahí y de intentar comprar en la tienda de Marcos y Carmen en Santander, Moto&Rider, pero las fechas achuchaban y no quedaba tiempo. Winter is coming…

Así que, previa comprobación telefónica para asegurarnos de no hacer el viaje en vano, llegamos a LA TIENDA. Y allí, entre otros cosas menos bonitas, estaba esperándome mi equipación. Y con descuentos. Y con ofertón. 

Conseguimos salir de Madrid con sólo una pitada de un mamarracho con un tirachinas que pretendía que me cazara un radar en un túnel. Pues no, majete. Te esperas.


Dice mi hermano que parezco una aparición mariana. Me da igual. A mí me chifla mi traje nuevo.

lunes, 22 de febrero de 2016

RAZONES 13 Y 14: PUNTA DEL DICHOSO Y ERMITA DE SANTA JUSTA

Mediodía ocioso. ¿Qué hacemos? ¿Damos una vuelta en moto? Por supuesto. Decidimos hacer una ruta corta, ver el mar y culturizarnos un poco.

En Suances, entre la playa de los Locos y la Ensenada de La Concha, está la Punta del Dichoso. Se puede aparcar en el Hotel El Caserío y desde allí ir bordeando el acantilado muy cerca de unas viviendas sospechosamente cerca del litoral.
 


Desde la Punta, unas panorámicas privilegiadas de la desembocadura del río Saja y, en los días claros, de los Picos de Europa. Para no perderse hay una escultura-monolito-pitoste consistente en un cubo con un cilindro de hormigón y una imagen de una Virgen. Son mejores las vistas.
 
 
 

Entre la Suances y Santillana del Mar, localidad muy turística y sobradamente conocida, se encuentra una pequeña ermita en un acantilado a la orilla del mar, en la desembocadura del Arroyo Rabió.

Desde un pequeño aparcamiento (43°25'22.8"N 4°05'57.1"W) se camina unos 150 metros por una acera con unas farolas con paneles solares muy feas y una zona urbanizada con bancos de piedra desde la que contemplar el acantilado y el mar.
 

A la ermita se accede por un camino bastante menos accesible, de tierra apisonada. Es parte de su encanto. Si la marea está alta las olas te salpican y saltan por encima de la edificación. Supongo que a veces no se podrá llegar con seguridad.

Resumen de la Wikipedia: La ermita de Santa Justa está situada en la playa de Santa Justa, en Ubiarco cerca de Santillana del Mar. Es una construcción semiexcavada en la roca y está declarada como Bien de Interés Local. Posee dos paredes de piedra de mampostería y cubierta de teja, todo ello unido al acantilado. La edificación actual data del siglo XVI, consagrada gracias a unas reliquias de Santa Justa y Rufina.
 

El edificio estaba (como siempre) cerrado y sólo se podía intuir el interior a través del ventanuco de la puerta.

Vuelta a la moto. Llaves que no aparecen. Cazadora con muchos bolsillos. Siguen sin aparecer. Nervios. Desandamos el camino recorrido. Aparecen en un banco de piedra. Pffff….. Menos mal que no había nadie por allí…

miércoles, 10 de febrero de 2016

RAZÓN 12: TRESVISO (UNA RUTA ENTRE DESFILADEROS)

Otro fin de semana soleado en pleno invierno y la posibilidad de hacer una de las rutas favoritas de F. Yo, que me apunto a un bombardeo, no lo dudé.
 
Redesayuno tardío en Unquera (que no falten las fuerzas) y N-621 hacia el sur, dirección Potes. A los pocos minutos, primera parada: desvío a la derecha en El Mazo, ya en Asturias, en una pequeña señal que indica “Cueva La Loja”. Se deja el vehículo aparcado en el Centro de Interpretación y detrás de él se sitúa la cueva, que estaba cerrada y sin señal alguna de vida terrícola. Se puede ver algo con la linterna del móvil a través de la reja que la protege. Espero que tenga algo más de interés de lo que parece a primera vista.



Si se se anda un poquito siguiendo el cauce del Deva lo que se encuentra es un meandro estupendo con una pasarela colgada de la piedra y un par de escaleras de hormigón para tirarse al río. Al final del recorrido hay un pequeño refugio sin atractivo ninguno. Lo más bonito es el paseo viendo las praderías del valle.


Después de hacerle unas fotos a la moto para alimentar a la bestia retomamos la carretera hacia el desfiladero de la Hermida. Al llegar a Panes se toma la AS-114 en dirección a Cangas de Onís y se discurre por el que va a convertirse en uno de los tramos más divertidos que he disfrutado como paquete. Como buen cáncer, me encanta el agua (y la luna, pero eso no viene al caso) y los 23 kilómetros que hay entre Panes y Arenas de Cabrales lo tienen todo: río, montaña, curvas y una carretera maravillosamente conservada.

El primer gran gran descubrimiento fue el río Cares. Un río del azul turquesa más bonito, poco profundo, que discurre entre grandes cantos rodados. Por mí hubiéramos parado cada 100 metros, pero me lo apunto para hacer parte del camino a pie algún día.


Se pasa por varios núcleos de población pequeños. Uno de ellos es Mier: foto para mi padrino en recuerdo de sus antepasados.

Arenas de Cabrales huele a queso. Bueno, no es cierto, pero se me me hacía la boca agua al pasar por la cueva donde se curan esa delicia. Desde ese punto se toma la AS-264 hacia Poncebos, todavía a la rivera del Cares. A partir del puente de Poncebos se entra en otro pequeño desfiladero (CA-1), esta vez a lo largo del río Duje, con un par de puntos de interés paisajístico-etnográfico: una cascada y un pequeño molino a la orilla de un puente cubierto de hiedra.


Las montañas se van abriendo y cada vez entra más el sol. El paisaje es menos opresivo y al aire se calienta. Tielve queda suspendido en un alto y la carretera pasa por debajo. Es una pequeña Cuenca perdida en los Picos de Europa.


Parada en Sotres a tomar un refrigerio. El bar está lleno de senderistas y familias que han ido a pasar el día a la montaña en vez de ir al centro comercial (bien por ellos). Te hace recuperar la fe en la raza humana.

Seguimos por la CA-1. Se deja el desfiladero a media luz y se empieza a ascender por un típico ambiente de montaña. Abandonamos el Principado y volvemos a entrar en Cantabria. Desaparecen los árboles y desfilan prados verdes y picos escarpados. Carretera de montaña con palitos atléticos a los lados y quitamiedos de rollizos de madera.


Tresviso es un pueblo remoto; el invierno pasado se quedó incomunicado un mes a causa de la nieve. Como está siendo un invierno de lo más atípico no hay ni rastro de ella y parece octubre más que diciembre. No sé qué puede impulsar a una persona a vivir allí, a kilómetros del poblado más cercano, sin servicios de ningún tipo. Vale que es muy bonito, pero no lo entiendo.
 

Desde Tresviso sale una senda que lleva a Bejes. Los primeros 500 metros están pavimentados y conducen a un mirador con una mesita de madera y bancos que invitan a sentarse y disfrutar del panorama. En esta ruta se disfruta el camino, pero también el destino.
 

lunes, 8 de febrero de 2016

SALIDA CON AMIGOS

Los astros se alinearon y pudimos quedar con E. y M. para dar una vuelta matutina con la moto. Antes de salir en ruta, pincho de tortilla en La Retama (Autovia A-8, km 244,300, Cabrojo, Cantabria) y, mientras estábamos en la terraza al sol, llegada de una comitiva de Lancia Delta Integrale, por lo visto un modelo muy raro (y totalmente desconocido para mí). La conversación giró, como no, en torno a motos. Yo no entiendo de marcas, ni de modelos, ni, mucho menos, de mecánica. Hablando de todo un poco se comentó que a las chicas nos gustan las BMW más que otras. "¿Y ellas qué van a saber? ¡Si no tienen ni idea!" ¿Será por que más vale lo bueno conocido que lo desconocido por conocer? Yo creo que sí....

Decidimos subir el puerto de Palombera y retornar por las hoces (carretera N-611 entre Reinosa y Arenas de Iguña). Todo era ya territorio conocido, así que me dediqué a aprender de protocolos moteros mientras un paisaje de lo más rural pasaba ante mí.

Una vez concertado quién guiaba y el orden de los de atrás, nos pusimos en marcha. Ese día agradecí enormemente poder usar el parasol ya que, al tomar dirección sur, cada curva tenía a Lorenzo esperando para deslumbrar. El camino ofrecía vacas con una buena cosecha de terneritos, casas humeantes, caballos, cabras, recuerdos de mi pasado scout al ver un lugar de acampada al lado del Hotel reserva del Saja y señales muy curiosas como “PASO DE ANFIBIOS”. La próxima vez que pase le tiro una foto. Prometido.

Aunque el día estaba soleado hacía un frío cosiderable. Dos o tres paradas cortas a tirarles unas instantáneas a las tres BMW y rápido rápido a ponerse los guantes otra vez. 

 
 
Ya sé que en las imágenes de arriba no aparacen las motos pero es que yo soy muy de protección de datos.

Foto en Palombera para mi álbum de puertos, que no me hice la primera vez que pasé.
 
 
Llegada a Reinosa y vuelta a Santander donde cada mochuelo se fue a su olivo después de una calurosa despedida en carretera. Estos moteros son muy efusivos (jijiji).

Como nosotros no teníamos prisa enfilamos hacia la costa, pero esa es otra historia y debe ser contada en otro momento.

lunes, 1 de febrero de 2016

MENTE EN BLANCO VOL. 2

Una de las mejores cosas de ir de paquete es dejarse llevar. Soy novata y estoy descubriendo sitios nuevos en cada salida con lo que no tengo que pensar la ruta, conducir o planear ningún aspecto de la excursión. 

El casco dificulta la comunicación verbal; eso da lugar a pasar algún tiempo a solas, con la mente en blanco o divagando acerca de los aspectos más variopintos de una existencia de lo más normal. Lo más raro es que no echo de menos la música, imprescindible cuando viajo en coche. A veces se me ocurre alguna idea para aplicar en el trabajo, otras veces canto dentro de mi cabeza (otras veces dentro del huevito en voz más o menos alta) y las más, no pienso en nada, miro a los lados, miro hacia el cielo y disfruto la vida.