lunes, 18 de diciembre de 2017

RAZONES 22, 23 Y 24: ERMITA DE SAN MIGUEL, FUENTE DÉ Y BEJES

Increíblemente, cupo todo y hasta sobró espacio. Después de estar el día anterior haciendo cábalas, descartando cosas y pasando líquidos a botes más pequeños, metimos todos los arreos el monomaleta y, con sólo quince minutos de retraso sobre el horario previsto, partimos hacia la aventura.

 
Lo malo de estos días de casiinvierno es que son los más cortos del año y las tardes no dan para nada. Por eso decidimos ir a una ruta cercana y adaptarnos al ritmo que nos pidiera el cuerpo.
Una vez lleno el depósito (mi gasolinero de confianza no me reconoció con el traje de astronauta), autovía hasta Corrales de Buelna. Luego F. tenía el "síndrome de las ganas de nacional" y tomamos la serpenteante N-611. Esta carretera, antes muy transitada, ha quedado relegada a un ser un recorrido pintoresco que discurre a lo largo del río Besaya y las Hoces.
Ya que pasábamos por allí, qué menos que ampliar mi catálogo de puertos con el de Pozazal, pero no tiene cartel así que me hice la foto con el letrero de la estación de tren.

El retorno de la Hormiga Atómica

Entre Reinosa y Aguilar de Campoo hay un tramo muy divertido con varios cambios de rasante que hacen que el paquete rebote en el asiento y quiera vomitar. Nos acercamos a ver el pantano de Aguilar y da pena verlo. Le faltan como quince metros de agua. Lo mejor, la aproximación entre pinares fragantes.



Hasta aquí, todo conocido.
Desde Aguilar se coge la CL-626 en sentido noroeste para llegar hasta Cervera de Pisuerga, bonito pueblo palentino en el que no encontramos un cajero de la Caixa. Después de callejear un rato corto, ya que se nos iba la luz, enfilamos la CL-627 en sentido norte para internarnos en el Parque Natural de Fuentes Carrionas y Fuente Cobre-Montaña Palentina (o PNFCFCMP). A un lado del camino está el embalse de Requejada que puede pasar desapercibido debido a su carencia total de agua. Seco, seco. Reseco, diría yo.

La carretera es preciosa, con suaves curvas entre árboles otoñales. Me encanta viajar en esta época. Cualquier giro te ofrece un paisaje cálido y dorado.

Casi llegando al límite con Cantabria se pasa el puerto de Piedrasluengas en el que hay un bonito mirador que un intrépido veinteañero estaba utilizando de urinario, pero al que se le cortó el rollo cuando nos vio aparecer por allí. Desde el mirador hay unas vistas impresionantes de la cara sur de los Picos de Europa.



Un poco más adelante, todavía en Palencia, justo en el punto en el que la CL-627 se transforma en la CA-184, se bifurca la carretera con una salida a la derecha, la CA-281 que asciende hasta el Mirador del Jabalí, desde el que el panorama es aún mejor que en el de Piedrasluengas ya que se encuentra a mayor altitud. Allí no pudimos esperar más y sacamos Horus a volar.


Son las cinco y media de la tarde y empieza a hacer un frío que pela. Menos mal que llevo el traje de invierno con todos los powers, unas mallas, calcetines hasta las ingles, camiseta térmica y buf. No me pude poner el forro polar porque no me cerraba el traje. Aún así, eché de menos los guantes de seda debajo de los otros. No me vuelve a pasar.

 
Mirando un precioso atardecer rosa compruebo en el teléfono la ubicación de nuestro sitio de dormir y veo que está sólo a 5,6km. Genial, porque no siento los dedos de las manos.
Retomamos la CA-184 (antes conocida como CL-627) y seguimos hacia el norte. El cielo rosa nos acompaña un rato pero estos cinco kilómetros y medio se me empiezan a hacer largos. Largos como diez, trece y hasta dieciséis, que es la distancia a la que realmente está la posada. El GPS me la ha vuelto a jugar...
 
La posada El Hoyal está en Pesaguero, muy bien señalizada al borde de la carretera y la encontramos a la primera. Aún de noche, tiene una pinta estupenda. Tengo las manos tan congeladas que no puedo ni firmar el registro de entrada. Nos dan la llave de la habitación. "Nos ha tocado la t", digo yo mirando el llavero. La amable señora de la recepción me mira asombrada "es la 7" me dice, así que subo la escalera debatiéndome entre la vergüenza y la risa.
 

Parece una t.

Me siento como Charly Sinewan en su Vlog cuando llega cada noche  a la habitación de su alojamiento, con el casco, las cámaras, la maleta, el dron.... En pocos segundos la habitación está atestada de cosas negras. Calcetines al radiador, ducha y a descansar un rato antes de la cena.
 

La foto es espantosa, ya lo sé.

La recarga de pilas es espectacular: quesos lebaniegos, cachopo y helado de orujo de miel. Rico, rico.
El día ha sido intenso y cansado; ¡a dormir!
 
Ya es otro día. La noche ha sido fría de morirse, pero yo no me he enterado. La habitación tiene balcón, y me asomo a ver la escarcha de la mañana. No me puedo creer los geranios que tiene tan lustrosos.
Otra colación de lujo con un desayuno con todo: zumito recién hecho, tostadas de pan pan y café a discreción. No sé si me va a cerrar el pantalón...
 
La noche anterior F. se ofreció a grabar imágenes de la posada con el dron para regalárselas a los dueños y, antes de irnos, sacamos a Horus de la jaula. Delante del edificio hay un gran aparcamiento desde el que despegar. Al salir vemos a la Recu totalmente congelada. Está crionizada. Manos mal que es negra y hace mucho sol así que le vamos dando vuelta para que deshiele mientras hacemos el reportaje. La emisora se resiste un poco (un mucho en realidad) pero no nos deja mal y obtenemos unas vistas estupendas para que tengan un recuerdo.
 
 
Con la moto ya seca y calentita nos ponemos en marcha.
Primera parada, la ermita de san Miguel, más allá del Monasterio de Santo Toribio. Para ello seguimos hasta Ojedo la carretera por la que habíamos llegado y tomamos la N-621 hasta Potes, luego la CA-185, a como a un kilómetro de la capital lebaniega, la desviación a la izquierda CA-885 que marca el Monasterio. Es año jubilar y está hasta arriba, pero dejamos atrás al santo junto con todos sus peregrinos y seguimos subiendo hasta llegar a la ermita, que es el fin del camino. También está llena de gente y es casi imposible sacar una foto del pequeño monumento sin personas. Es una joyita para mí totalmente desconocida. En un sitio privilegiado, con vistas a los Picos y a Potes. Sigo esperando que la gente no pase por delante del objetivo para llevarme una imagen que no tenga que tunear. Mi paciencia se agota... Me voy a ver las montañas. Una hoguera lejana humea y enturbia el aire.
 
Razón 22: Ermita de san Miguel


Vuelta  a la moto.
Segunda parada, Fuente Dé. Se llega retomando la CA-185 en sentido noroeste, hasta el final. No tiene pérdida. No pilla de paso para ir a ningún sitio o vas o no vas. Yo nunca había ido porque tengo vértigo y las alturas no me seducen, pero entiendo que sea uno de los grandes reclamos turísticos de Cantabria y no creo que esté descubriendo nada a nadie. Las paredes de granito son escalofriantes y las cabinas del teleférico se ven diminutas mientras ascienden. Esta vez no voy a subir.
 
Razón 23: Fuente Dé
 
Desde los alrededores a las instalaciones del teleférico sale una senda peatonal que se interna en un bosque. El sol se cuela entre los árboles. Se está de cine.
 
 
Tercera parada: Bejes.
Bejes huele a queso, al menos en mi mente. Queso picón fuerte y oloroso, como a mí me gusta. Se llega volviendo a Potes, desde el desfiladero de la Hermida, N-621, tomando la CM-22/03 desde el balneario que está en el pueblo. Y se sube, se sube, se sube y luego se sube un poco más. Para mi sorpresa pasamos el pueblo y seguimos subiendo hasta un monumento a un bombero. Bajamos y damos una vuelta por allí. Hay vacas paciendo y caballos con malas intenciones. No se ve ni una casa. No se oye nada más que a los animales.
 
 
Desde allí sale una carretera de montaña hacia Treviso sólo empleada por gente local. Creo que hay que pedir permiso para transitarla. En cualquier caso, no va a ser ahora, porque me muero de hambre. ¿Y qué se puede comer en Bejes? ¡¡Pues queso!!. Acompañado de un poco de panceta recién hecha. Al sol, en una terraza, con un perro que nos mira con ojos que parecen decir aydameargooooo....
Después de tan vegano almuerzo volvemos al desfiladero y nos dirigimos hacia la costa, hacia territorios conocidos para hacer noche en el pueblito guapo a ver a amigos y pasear a Horus.
 
 
Y chimpún. Esto dan de sí 28,54 litros de equipaje. Y no me ha dolido el culo ni un poquito.

miércoles, 15 de noviembre de 2017

EQUIPAJE DE MANO (CUANDO RYANAIR ES UN LUJO)

Los Reyes Magos de hace dos años fueron muy buenos y me trajeron un fin de semana rural que he guardado en mi mesilla y sacado cada mes y medio más o menos para acariciarlo e intentar cuadrar calendarios. Lo he disfrutado todo este tiempo hojeando el librito y eligiendo los sitios a los que me gustaría ir.
 
 
El momento ha llegado. Se aproxima ruta fotomotera con amplio maletaje fotográfico y escueta indumentaria y dotación higiénico-sanitaria. La idea es salir  a disfrutar del otoño y practicar con el dron. El nuevo miembro del equipo va a disponer de más espacio, privilegios de ser el último en llegar.
 
El problema es que todavía no tenemos las maletas laterales así que disponemos de 29,5x39,5x24,5 cm de espacio para dos cámaras de tamaño mediano y dos personas (una de tamaño manejable). Eso son 28.548 cm3 o, lo que es lo mismo, 0,028548 m3 o 28,54 litros. Pero claro, a mí me corresponde la mitad: 14,27 litros 😠😠😠. Hace que el equipaje de mano de Ryanair parezca digno de Beyoncé (había puesto Hillary Banks, pero ese comentario podría delatar mi edad).
 
Previsión: cepillo de dientes, vaquero, tanga motero, camiseta de recambio y ya. Y a ver si entra todo. Espero que sirva de algo mi preparación al Tetris.

viernes, 20 de octubre de 2017

RAZÓN 21: PLAYA DE USGO. UNA RUTA IMPREVISTA.

Después de un verano más que atareado y de un fin de semana de relax en el pueblito guapo (con celebración familiar incluida) salimos a dar una vuelta en moto a principios de otoño. Sin rumbo fijo,por lo menos para mí, que son las mejores rutas.
 
El día es increíble: viento sur, calor, una luz rasante que iluminaba todos los colores y nada de bruma, así que salimos por el sitio habitual y, a la altura de Pontejos, encontramos una caravana de vehículos agrarios varios, de esos que van a 20 km/h. Pues nada, mente en blanco y nos ponemos a la cola del trenecito de 6 ó 7 coches que van entre ellos y la Recu. A las primeras de cambio les damos esquinazo. Yo, no sé por qué, me había hecho a la idea de que íbamos a tomar un helado al Sardinero, pero el sentido de la marcha era del todo opuesto, así que veo desfilar Liaño delante de mis ojos. Otro cruce imprevisto y giramos hacia Guarnizo. Ya no entiendo nada, así que dejo de pensar en ello. Cual es mi sorpresa, que en la N-635 volvemos a aparecer detrás de la comitiva agrolaboral.
 
Trenecito número 2. Cuento farolas y arbolitos. Otro giro, otro quiebro. CA-240: por ahí no he pasado nunca. Bordeamos la ría del Carmen, pasamos por la central de Regma (qué buena ocasión para tomar ese helado....), rotonda y giro, zonas industriales, barrios residenciales de casitas, canteras, una terraza muy animada. No hay nadie por la calle y es una gozada rodar por ahí.
 
Nos incorporamos a la CA-308 y ¡¡NO PUEDE SER!! Ahí está la comitiva agroalimentaria otra vez.... En una recta por fin F. hace unos aspavientos, acelera y les pasa. Qué cruz...
 
Total, que estamos en Igollo y yo ya estaba totalmente desconcertada con el rumbo que tomaba la situación. Menos mal que íbamos despacio porque sin gafas no veo ni torta de lejos, pero iba leyendo los carteles y tomaba notas mentales para luego recrear el recorrido.
 
Cuando pasamos por Arce y su famoso local para BBC volví a tierras conocidas. Cruzamos el Pas, bordeamos el río Saja por su lado oriental y nos acercamos a la costa hasta la playa de Usgo.
Teniendo la playa que tengo en el sitio en el que vivo, raramente me desplazo a otras a no ser que me lleven o quede con alguien. Usgo no queda en mi radio de acción y tengo que decir que me sorprendió.
 
El acceso es como el de todos los arenales de esa zona de Cantabria: un camino (no puedo llamarlo propiamente carretera aunque esté asfaltado) que sale de alguna parte, con una indicación diminuta, que te puedes saltar con facilidad.
 

 
 
Ya desde el aparcamiento me maravilló el mar: parecía el Caribe. Un color entre verde y azul, transparente y apetitoso para darse un baño en ese momento. Voy a inventar el bikini motero. La playa tiene forma de concha, con arena muy fina y protegida del viento. casi no se ven edificaciones, sólo a lo lejos.
Y es una playa con sorpresa, porque por uno de sus laterales discurren los conductos que vierten las aguas ¿depuradas? de la Solvay, de 8,5 kilómetros de longitud. Si se acerca la oreja se oye el discurrir del agua. No sé si esos vertidos tendrán algo que ver en el color del mar.
 
 
Cada cierta distancia salen de los conductos unas pequeñas válvulas de registro. Muy curioso todo.
 
 
Después de recorrer todo el camino hasta el acantilado del fondo, volvemos al aparcamiento y nos dirigimos hacia Liencres, pasando por Miengo, Mogro, la desembocadura del Pas y el pequeño pinar que hace las veces de vestíbulo de las dunas. La playa de Valdearenas me trae muy malos recuerdos, así que no voy casi nunca. Hace un poco de viento y hay un windsurfista y un par de rusos, ucranianos, letones o loquesea haciéndose fotos. En el mismo Parque Natural de las Dunas de Liencres está la playa de Canallave, con mucha tradición surfera.
 
Playa de Valdearenas
 
Siguiente parada, la playa de Somocuevas. Allí hay un pobre hablando por teléfono con alguien con el/la que había quedado y que estaba en Somo (no Somocuevas) a unos 40 km de distancia. Playa típica de la Costa Quebrada, con sus Urros y eso.
 
Playa de Somocuevas

Costa Quebrada
 
Le hago una foto a los cascos y casi se me despeña el huevito.
 
 
Ya hemos visto muchas cosas y es hora de descansar. Ruta directa a Santander. ¿Qué prefieres: faro o Sardinero? Y como mi amigo E. me ha dado mucha envidia con sus rabas de por la mañana en Cabo Mayor, elijo faro. Y acierto. Justo queda libre una mesa del lado bueno. Me la pido. Un refrigerio, foto de estamostanagustito y a casa.
 
 
Ha sido un fin de semana de lujo, desde el viernes hasta el domingo. Unas verdaderas vacaciones sin salir de Cantabria.

Me acabo de dar cuenta de que no le hice ninguna foto a la moto. Estoy desentrenada.... En fin, ésta es más o menos la ruta del día :
 


 

jueves, 6 de julio de 2017

ME DORMÍ SOBRE UNA MOTO

Lo reconozco: he ido de paquete dormida encima de una moto.
 
NOTA IMPORTANTE: si eres mi madre, mamá, deja ya mismo de leer. Va en serio.
 
Me había contado mi amiga M. que a ella le había pasado y no creí que pudiera ocurrirme a mí, pero era de noche, iba con un traje calentito, me fiaba de la moto y del piloto, tenía sueño y además íbamos por autovía...
 
No fue en La Recuperada, la Dama Negra fue mi catre. No me di cuenta de que estaba en brazos de Morfeo hasta que la cabeza se me balanceó rítmicamente hacia delante golpeando el casco de F., que se percató antes que yo de la situación y me sacudió la pierna: ¡¿¡¿NO TE HABRÁS DORMIDO!?!?
Pues sí. Creo que hasta he soñado. Dos veces 🙂🙂

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viernes, 19 de mayo de 2017

RAZONES 19 Y 20: LOS POZOS DE NOJA Y LA CATEDRAL DE MIERA

Los Pozos de Noja, como su propio nombre indica, no están en Noja, bueno, no están en ese Noja. Ya estaba despistada desde el principio. Es la curiosa costumbre cántabra de que haya pueblos con el mismo nombre: Renedo, Vega, Boo, Noja, etc. Pensé que iba a ser un paseíto por la costa viendo el mar, parando a ver calas y los (no muy famosos) pozos como destino final. No podía estar más equivocada.
 


Hace sol, calor, 24 grados a la sombra, unas nubes Simpson adornan el cielo….

 

Es el momento ideal para que F. estrene la mitad inferior de su traje de verano. Parada técnica en Solares. Un tipo se dirige a él con tono melindroso: “¿No tienes calor con ese traje?” Respuesta: “Es un traje de moto”. “Con ese traje me iba contigo en moto o a cualquier parte”. Vuelve rápido y azorado. Jajajajaja.
 

Desde Liérganes se coge la serpenteante CA-260 y, justo antes de pasar el puente que cruza al otro margen del río Miera, se toma el desvío a la CA-641 que indica Miera, Solana y Cueva de Sopeña. Se empieza a subir por una carretera que tiene las cunetas plagadas de flores moradas y amarillas. La primera parte de la subida está llena de curvas y de cabañas pasiegas, con la variante local de tener retazos de teja en la cubierta típica de piedra. Las vistas sobre el valle del Miera son constantes y espectaculares. Estamos a un paso de Lunada y el paisaje no tiene nada que ver con el puerto.

Valle del Miera

Cabaña pasiega con lajas de piedra y teja

Se pasa por un pueblo pequeño pero muy digno y con una iglesia descomunal que se ve desde el valle. No paramos y seguimos en dirección Cueva de Sopeña, que también dejamos atrás. Se llega a una curva de 180 grados con un pequeño altar con un santo o virgen, continuamos hasta que se acaba la carretera y empieza un camino de cabras no apto para todas las motos, ni para todos los culos. Está lleno de piedras, baches y charcos y sufro por las cámaras que van en la maleta. Mañana voy a tener agujetas en las piernas casi seguro. Un charco especialmente traicionero se convierte en un vadeo improvisado y nos ponemos de barro hasta arriba. Queda inaugurado el traje.


 
Y por fin, después de un pequeño alto y un giro a la derecha, se ve un paisaje que abarca desde la Magdalena hasta el Monte Buciero, y los Pozos de Noja, claro. Hemos tenido suerte y es un día despejado y sin bruma, con lo que el paraje ofrece todo lo bueno que tiene: al fondo, el mar; en segundo plano, los valles; a nuestra espalda, las montañas. Cuando llegamos hay allí una pandilla de chavales con un par de motos de cross. No sé de donde habrán salido porque el sitio habitado más cercano está a 5,5 km. Les hemos debido cortar el rollo porque se van nada más vernos: los de las motos, peñas arriba espantando a todo bicho viviente; los andarines, de vuelta a la civilización.


Los pozos son dos pequeños embalses artificiales que datan de principios del siglo XX, asociados a una pequeña central hidroeléctrica situada en la base del monte. Uno de los pozos está a pie del camino y es el más grande. Hay otro abajo, pero está más lejos de lo que parece, sobre todo si no has ido allí a andar. Si se quiere ver, hay una senda señalizada y perfectamente documentada en el mirador.
 
     
  
 
Me acerco a ver el embalse y, aunque no es muy grande, está lleno de renacuajos aleteando de aquí para allá. Ni rastro de mamá rana, pero cantan las cigarras.
 
         
 
Tras un rato de dispersión paisajística, acuática y fotográfica emprendemos el regreso, que por una vez va a ser por el mismo camino que el de la ida. O por lo menos ésa es la idea. No paramos a ver la cueva pero sí hacemos un alto en Miera para ver su “catedral”, que tan impresionada me dejó un rato antes. Dicen las malas lenguas que se construyó por orden encubierta de Carlos V, que dejó allí a un bastardo (presuntamente).
 
Catedral de Miera. Es bastante difícil sacarla entera en una foto.
 
Ya que hemos vuelto a pasar por los charcos, evaluamos el estado de barro de La Recu. Podría ser peor pero vamos a tener que darle un fregado.
 
 
Una salida muy sorprendente, con su ración de curvas, agua y fotos. Volveré y, la próxima vez, intentaré ver Sopeña.

miércoles, 10 de mayo de 2017

UN VIAJE POR LOS SENTIDOS

Este texto lo vi en una revista de viajes. Me resultó muy inspirador.

Olfato
Olor a café tostándose en la recta de Heras.
A hierba recién segada en cualquier prado.
A sobaos repletos de mantequilla en Ontaneda y Raos.
Eau de Cantabria por todas partes.
A bronceador cocotero por el Palacio de Festivales un día de verano con nordeste suave.

Gusto
Los bichos que te tragas cuando llevas la mentonera arriba y la boca abierta.

Vista
Todo se ve mejor, a la derecha, a la izquierda (aunque no sepa cuál es cual) y sobre todo arriba.
Hacia delante peor, para que nos vamos a engañar.

Tacto
Sobre todo, el contacto con el que lleva la moto. El toque en la pierna "¿Va todo bien?" Respuesta en el lomo "Todo genial".
Se nota la maleta de atrás.
El viento.

Oído
La gente te saluda por los pueblos, como si pasaras andando o si fueras de allí de toda la vida.
Se oyen otras motos. Y otros vehículos.
Los túneles son ensordecedores.
Se oyen las vacas, los insectos voladores. A veces el aletear de los pájaros.

martes, 4 de abril de 2017

RAZÓN 18: PLAYA DE ANTUERTA

Es viernes por la tarde. Ha sido una semana dura laboralmente y con muchas emociones en lo lúdico-personal (gracias por la mención de este blog en tu muro de Facebook, Sonia Barbosa). Dan un fin de semana lluvioso y F. aprovecha para pastorearme y que me relaje dando una vuelta en moto. “Te voy a llevar a una playa que no conoces”, me dice. Le contesto con mi mítico “vale” y nos ponemos en ruta.

Por la denominada carretera de las playas (CA-141) que enlaza Astillero con Santoña se llega a la desviación de Ajo y se aparca en la playa del mismo nombre. En el mismo aparcamiento, al fondo a la izquierda, hay una señal que indica Playa de Antuerta*
 
Creo que el esquema es claro ¿no?
 
No pone si está cerca o lejos, si hay que llevar un bocata para el camino o agua para la deshidratación, así que se toma un sendero ascendente entre praderas y vacas y se camina hacia lo desconocido. Está cerca, cerca. Se llega a una cala de mediano tamaño sin muchas edificaciones a la vista. A mí me recuerda mucho a Mataleñas en Santander: un acantilado, una playa en forma de media luna que desaparece a marea alta y unos laterales rocosos que parecen volcánicos pero que no creo que lo sean.

 
 
Hacia el este está el pueblo de Ajo, separado por la Playa de Ajo o Cuberris.


Las vacas te miran al pasar y no hacen mucho caso de lo que haces, ellas siguen paciendo tranquilamente; se ve que no es un sitio muy transitado. Al fondo, en las rocas, un hombre se entretiene pescando la cena.
 

El cielo se va oscureciendo y al fondo, en alta mar, se empiezan a ver cortinas de lluvia. Cuando empezamos el retorno al aparcamiento llegan dos surfistas y sus sufridas (o no) acompañantes. Es una playa multientretenimiento.

Llegamos a la moto con las primeras gotas. Hemos librado por los pelos. En el camino de vuelta oigo un ruido raro a mi izquierda y me vuelvo extrañada: nos está adelantando un coche. Creo que es la primera vez que pasa desde que soy paquete.

*NOTA: Aunque el Google Maps diga que la Playa de Antuerta está en el Golfo de Vizcaya, Ciudad de México, no hay que hacerle mucho caso.