No hay mucho que ver desde la parte de atrás de una moto de noche y por autovía. Sólo he ido en esas condiciones una vez y lo que pasó fue que dejé la mente en blanco y me limité a mirar al suelo. La carretera estaba iluminada por farolas a intervalos regulares. Veía la sombra del conjunto “vehículo+dos pasajeros” pasar de atrás hacia delante una y otra vez, una visión hipnótica. Y así, en trance, llegué a Santander.
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